Arenero
¡Estas arenas del Santa Lucía sí que son arenas!... ¿Y las aguas? Andan siempre entre las piedras. No conocen el barro...
Además dan de beber a una ciudad. Perico deseaba irse un día aguas
abajo y conocer bien el río. Lo que se dice bien. Porque un río debe
tener cosas para ver que no se acaban nunca. Lo piensa ahora que está
paleando arena, llenando la carreta para ir al pueblo.
En el cauce lento se levanta una suave niebla. Los bueyes alientan un
vaho que asciende en la amanecida. El fueguito carrero calienta la pava
ennegrecida. Vuelan rectos hacia el cielo los aguateros, y las
tijeretas, cortando con golpes de cola las últimas estrellas.
-Hay arena más fina en el mar -le dije un día.
¿El mar? El no lo había visto. Pero conocía a un hombre que viajó por él. Nunca le había hablado de las arenas del mar.
Le llevé un puñado un día.
La miró y dijo simplemente:
-Esto no es arena. Es polvo. No ensucia las manos pero no es arena. Arena es esto!
Levantó del río un puñado, la extendió en la palma de la mano:
-Se puede poner en la boca. Es dulce y fresca.
Paleaba y paleaba Perico. La mañana comenzaba a levantar árboles contra el sol que estaba creciendo tras el bosque.
El mar sería lindo. Pero no tenía árboles. Los barcos no eran sino carretas. No necesitaban caminos para viajar. Y terminaba:
-Mi padre, que era carrero, iba así por los campos. Las estrellas lo
guiaban. El será arenero toda la vida. Le gusta mucho el río, las
arenas, los árboles. Cuando a uno le gusta una cosa y puede serlo no
precisa más...
-Todo es lindo. La mañana y la tarde... ¿Y el mediodía? Guardar bajo
las arenas una sandía, y luego partirla, y comerla y beberla mientras
arden las cigarras en el talar crespo y gris.
-¿Y la noche? Hay un rato que el río no canta. Oye.
-Creo que el agua se queda quieta y no va a ningún lado. Oír esto es lindo. Es más lindo que oír los ruidos.
-Claro, oír el silencio tiene que ser lindo.
-Y sacar arena de donde se debe sacar. No es cuestión de sacar y sacar.
No. Hay que sacar la que el río no necesita. Y para esto hay que
conocer bien el río, que es una cosa viva y está en su cauce como un
cuerpo vivo en el aire, y se va por donde necesita ir.
Y Perico hace en la vida lo que desea hacer. Va por ella como un río
por la tierra. Cumple su misión con respeto de sacerdote por su
religión. Pero él no sabe esto. Lo hace así porque él también tiene
arena dulce y rubia en el fondo. Perico es como un río.